A lo largo del último año he tenido una transformación bastante peculiar.
Empezó con una verdadera crisis personal, luego de terminar una sociedad empresarial y seguida de una lenta recuperación financiera.
Al principio, pese a una multitud de emociones encontradas, el optimismo logró mantener una perspectiva de esperanza y posibilidad.
Pero mi contexto y circunstancias subsecuentes no mantuvieron vivo ese optimismo por mucho tiempo.
Tuve que vender carro, buscar donde vivir sin pagar renta y conseguir un trabajo que tan solo me permitía sobrevivir.
Y en medio de este proceso, en medio de las cenizas, he estado creando diferentes proyectos, ideas y una nueva empresa.
Pero para salir de las cenizas, la tarea principal ha sido algo que nunca había hecho antes:
Aprender a reconocer, identificar, confrontar y superar un virus que fue el que me llevó a la crisis en primer lugar.
Un virus que no es posible detectar por ninguna prueba médica, que ningún doctor puede diagnosticar, mucho menos tratar, pero que de manera general todos los seres humanos llevamos dentro.
Y quienes han logrado inmunidad a este virus, no fue sin antes haberlo confrontado y anulado mediante una intensa lucha, en muchos casos de vida o muerte.
Me refiero al virus del miedo.
Sabía que todos lo tenemos.
Había leido mucho al respecto.
Pero cuando no sabemos cuáles son nuestros miedos, y simplemente nos dedicamos a vivir la vida según nos va tocando, los miedos controlan casi todo, y nosotros ni enterados.
Paradójicamente, nuestros miedos no dejan rastro y ni sabemos cuáles son, mucho menos cómo confrontarlos y superarlos.
Así que me fui dando a la tarea de buscar ayuda.
Primero con terapia.
Luego con lectura.
Y también con oración y meditación diaria.
Y lentamente, esos miedos internos, lo que pueden llamarse verdaderos demonios internos, han ido haciendo presencia y astutamente manipulando y negociando con mis hábitos, metas y comportamiento personal.
Me han cobrado la factura en diferentes momentos en mis relaciones personales, influyendo en mi comportamiento de maneras a veces incluso vergonzosas hacia las personas que más quiero.
Pero ¿qué es el miedo?
El miedo es un mecanismo de defensa.
Nos previene de hacer cosas nuevas, para prevenir que ante cualquier cambio, no perdamos lo que tenemos.
Pero muchas veces, lo que tenemos es tan solo la familiaridad de un contexto, la costumbre de nuestra historia personal, y nos aferramos a esto. Y a veces nuestra historia personal es solamente eso, una historia adentro de nuestra cabeza, y cualquier elemento que atente contra dicha historia, sea una persona, un consejo, un evento o una oportunidad nueva, es eliminada de manera fulminante por los miedos que procuran mantener intacta nuestra idea de lo que somos.
Cualquier cambio implica el riesgo a perder algo que supuestamente somos, hacemos o tenemos.
Pero cuando exploramos a fondo, lo que los miedos nos invitan a proteger son tan solo espejismos. Ilusiones que hemos aprendido a proteger, solamente por costumbre, por condicionamiento mental y no porque sean reales.
Ilusiones como nuestra reputación. Respeto ajeno. Falsas seguridades.
He descubierto que la gran mayoría de personas, no hace lo que quiere, o deja de hacer lo que quiere, principalmente por temor a ser criticado, lo cual en esencia es una manifestación indirecta de los miedos que están debajo.
Y aunque parezca tan simple y suene tan lógico que es necesario vencer al miedo y neutralizar sus efectos en nuestra vida, encontrar nuestra propia vacuna contra el miedo no resulta fácil.
Quisiera compartir más en este post acerca de cómo lograrlo, de alguna receta infalible o de algún procedimiento con alto porcentaje de efectividad.
Pero me temo que actualmente tan solo me encuentro en el proceso búsqueda, inspirado por tantos autores y personajes que parecen haber vencido sus miedos y que han dejado rastro.
Sin duda creo tener la determinación y la motivación para llegar “al otro lado” del miedo, pero por el momento es todo lo que tengo y simplemente quería dejar cierta constancia de este proceso, para quizá en un futuro retomar la conversación y evaluar mis acciones con sus resultados.
Mi única manera de accionar ante el virus del miedo en estos momentos de mi vida, es seguir buscando la cura, seguir creyendo que en algún momento el miedo será parte de mi pasado y aceptar que esta es tan solo otra lección en este transcurso de la existencia que llamamos vida.