Dicen que viajar es vivir.
Y estoy de acuerdo.
Y al viajar, ciertos rincones del planeta se van convirtiendo en verdaderos jardines personales, campos de juego que expanden esa vida que nos ha sido dada, con sus paisajes, su gente, su historia, su geografía, los momentos de viaje, todos traducidos en muy gratos recuerdos. Recuerdos con cierta magia transformadora, que se van tejiendo en nuestra memoria, personalidad y carácter.
Chile es uno de esos rincones del mundo con una notable influencia en mi vida.
Empiezo aclarando que llamar a Chile un “rincón” del mundo, es una irreverencia. Siendo un pequeño continente en sí mismo, anclado en América del Sur, cuenta con prácticamente todos los climas en su alargado territorio de aproximadamente 4,000 km de largo, iniciando en el norte con el desierto más árido del mundo y extendiéndose hasta la Antártica misma en el extremo sur.
Y a lo largo de semejante extensión, en un gradiente que pareciera ser un catálogo viviente del planeta tierra con sus paisajes, ecosistemas y colores, Chile alberga la inmensidad desértica, playas interminables, salares resplandecientes, geysers misteriosos, volcanes coronados de nieve, exuberantes cordilleras, bosques encantados -con araucarias y alerces milenarios-, inhóspitos campos de hielo, vistosos glaciares, deslumbrantes fiordos, pintorescos ríos, lagos de todos los tamaños; mucho de todo lo anterior conformando la mítica patagonia.
Con tan sólo un poco de imaginación, es posible especular sobre la amplia gama de riqueza histórica, formas arquitectónicas, tradiciones populares y sistemas productivos desplegados a lo largo de Chile, casi todos reflejando los climas tan diversos, adversos y acentuados a lo largo de su territorio: la agricultura tropical del extremo norte en angostos y alargados valles que van desde la cordillera de Los Andes hasta el Océano Pacífico, la sofisticada y moderna minería del segmento desértico, los icónicos viñedos, las embarcaciones pescadoras, sus tierras forestales, sus zonas lecheras, sus ríos y lagos navegables.
Cada punto habitado parece tener su propia efervescencia de pasado, en un peculiar tapiz de culturas que fueron colonizando al país a lo largo de los siglos, lo que incluye raíces balcánicas, alemanas, inglesas, españolas, otros retoques europeos, y por supuesto, los nativos Mapuches.
Los Mapuches fueron el único pueblo nativo de América que no fue sometido por colonizadores europeos.
Férreos guerreros, que aún en la actualidad mantienen su lucha, no sin haberse impregnado de manera ineludible en la sangre y cultura chilena.
La trayectoria de Chile en su historia moderna fue marcada definitivamente por el golpe de Estado de Augusto Pinochet al gobierno de Salvador Allende, en 1973, iniciando una dictadura militar, característica del continente y de la época, que llegaría a su fin en 1990, año en el cual Chile, separándose de la mayoría de sus vecinos latinoamericanos, iniciaría un camino definido y transparente hacia la democracia.
En lo que representa una notable excepción latinoamericana, Chile se encamina actualmente de manera decidida hacia una economía y calidad de vida de los denominados países desarrollados.
Y dentro de esta diversa cultura e historia, no son pocas las biografías de personajes legendarios que Chile ha visto nacer a lo largo de su historia, demasiado amplia y fascinante para compartir en este pequeño relato, pero me atrevo a citar a ciertas personalidades de talla monumental.
Primero, aprovecho a citar a cuatro autores que marcaron mi vida, mis ideas y mi conciencia de manera indeleble: Pablo Neruda, el poeta universal, con quien conocí desde niño la magia que pueden conjurar las palabras. Nicanor Parra que en su “anti-poesía” me enseñó a cuestionar las reglas. Roberto Bolaño con su prosa delicadamente explosiva y revolucionaria, creando su propio género literario, dejando un legado que atesoro dentro mis lecturas personales. Y mi favorito y mayor influencia, el iluminado Maestro Alejandro Jodorowsky: tarólogo, poeta, novelista, actor, director de teatro y de cine de culto, creador de formas únicas de terapia basadas en la psicogenealogía y en la recuperación, a través de -sus también creados- actos de psicomagia. Los cuatro héroes personales. Los cuatro chilenos.
También recuerdo en la música de mi infancia a “Los Prisioneros” y mis primeros amores tienen música de fondo de la banda “Los Tres”. Bandas chilenas.
Y ya que me atreví a citar a leyendas de Chile, sería injusto no mencionar a Gabriela Mistral, primera y única mujer latinoamericana ganadora del Premio Nobel de Literatura, o a Violeta Parra, primera expositora de Latinoamérica con una exhibición individual en el museo de Louvre. Actualmente resaltan Camila Vallejo, líder del movimiento estudiantil de 2011, y por supuesto, Michelle Bachelet, actual presidente, reelecta y antes de ello la primera Directora Ejecutiva de la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres. Todas ellas mujeres chilenas que han abierto camino a su género más allá de las fronteras de su país.
No quise extenderme, intencionalmente, relatando mucho de lo que he tenido el privilegio de conocer en este país tan único, primero, para que estas líneas puedan servir de breve introducción e invitación hacia este país en el sur del mundo; y segundo, porque espero poder escribir en el futuro más relatos de mis vivencias recorriéndolo y conociéndolo.
Pero cierro diciendo que Chile tiene esa atmósfera, cargada de posibilidades y realidades, que al verla desde el recuerdo en mi país natal, me hace desear secretamente y sospechar… que la vida está en otra parte.